La insania insalvable
Más que una prognosis, el camino sin retorno, que desde las últimas
elecciones ha iniciado la Argentina, enmarcan las estimaciones menos graves que
expresan un ruinoso futuro. Parece ser el deseo de unos y otros. Los unos, los
oficialistas, los otros, la oposición. A ambos les cabe el sayo por
ineficientes, ineficaces y de un gran oportunismo. Si a esto le sumamos la
endeble figura presidencial, que para nada es la de un estadista, requiere de
un análisis más allá de lo político, quizá llegando al psicoanálisis. Pero una
simple aproximación psicológica, nos abrirá paso a un lento y progresivo
espanto. Cualquier manual de la biblioteca de psicología elemental, nos
ofrecerá un amplio campo a modo de marco teórico, que llene de luces de
advertencia sobre la maniática manera de enfrentar una crisis multifacética.
El agravamiento proviene de aquellos sectores que, avarientos de
protagonismo, insulsos o no, radicalizados o no, pujan para que el derrumbe sea
lo más estrepitoso posible. Ni el Instituto Patria, guiado por un ardoroso
socialismo castro comunista que le imprime la Vicepresidente, ni la oposición,
alcanzan a avizorar cuál es la política deseable. Bueno, el Patria cree saber
lo que quiere; es muy pero muy visible. La oposición, respaldada por más del
cincuenta por ciento del electorado, sufre de un gran escotoma pervertida de
oportunismo del oficialismo, pero nada de sagacidad políticamente correcta. Esto
presupone un fin inevitable, aunque su letalidad esté instalada en el futuro,
su acaecer marcará con lágrimas rojas el devenir siniestro del, por ahora,
crujir de las estructuras de la Nación.
Las crisis, por si no ha sido comprendida, son sólo oportunidades para
aventar un infausto fin. El ejercicio de un pensamiento lateral, que huelga en
la clase política argentina imbuida de verticalismo, será necesario para correr
el velo que obstaculiza con su inveterada actitud, un futuro teñido por la
propuesta de una desquiciada mujer. Ni falta hace que de esa mujer pronuncie su
nombre; sí que es corrupta y amañada, a quien no le importaron ni sus
propios hijos, pero pretende ser “la madre de los argentinos”. (C.E.F. Dixit).
La historia agobia de verdades los últimos casi cuarenta años de la
política argentina donde, los políticos, imprimieron un detestable latrocinio.
Además, el manejo global gerencial de la pandemia decidida por confinamiento
social obligatorio (policíaco), es una suerte de filosa cizalla que dejará más
muertos que el propio Wuhan 400. Esto
marca una red sofisticada de tejidos, factores y elementos, donde nadie tiene la
responsabilidad de lo acontecido. Nadie no, la sociedad argentina cargará con
el sambenito. Casi como siempre, los políticos indemnes y la inerme sociedad responsable.
Es de una necedad pretensora que, el Presidente, advierta su delicada
situación política. Un gran ejemplo lo dio con su derrotero político que
envolvió la pre y post aceptación de su cargo. Pintó como el enjuague de una
grave decisión y gran falsía. En este más acá, hoy por hoy, cualquier argentino
se percata que la inflación JAMAS puede ser, en abril, del 1,5 %. Que la
economía está en manos de un ineficiente. Que TODOS los ministros tienen sus
expedientes “sucios”. Que la precariedad de la situación, más allá del Wuhan,
no tendrá retorno, pero si se agravará aún más. Esto, que luce como insidioso,
no se inscribe como una conspiración paranoica. Lo grita la historia y es de
práctica insalvable. Por ahora es la
irresolución del gran dilema damocleano.
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